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En 1704, Isaac Newton profetizó el fin del mundo: pronto descubriremos si estaba en lo cierto.


Isaac Newton, célebre por revolucionar la ciencia con sus leyes del movimiento y la teoría de la gravedad, también se caracterizó por tener una personalidad excéntrica y misteriosa. Más allá de su mente racional, Newton mostró un gran interés en áreas como la alquimia, el misticismo y las profecías bíblicas. A lo largo de su vida, combinó su rigor científico con creencias y prácticas que hoy podrían parecer inusuales, como su obsesión por convertir metales en oro o los extremos experimentos que realizaba en su propio cuerpo, incluyendo clavarse agujas en los ojos o mirar al Sol directamente, lo que le causó ceguera temporal, de la cual se recuperó.


Después de su muerte, ocurrida el 31 de marzo de 1727, a los 84 años, se encontraron entre sus notas una predicción del fin del mundo en el año 2060. Este manuscrito, escrito en 1704, contenía cálculos complejos derivados de su estudio sobre el apocalipsis bíblico.


El enfoque de Newton y sus advertencias

Escrito de real de Isaaac Newton



Según IFLScience, Newton basó sus cálculos en una interpretación de la Biblia, usando fechas históricas como la destrucción de Jerusalén en el año 70 d.C. y la supremacía papal desde el siglo IX. Mediante la combinación de textos bíblicos y su capacidad matemática, concluyó que el año 2060 marcaría el final de una era, no necesariamente un evento apocalíptico, sino un cambio de ciclo que traería paz y el regreso de Cristo para gobernar en la Tierra.


Entre sus notas más relevantes, Newton indicaba que los “2300 días proféticos” no podrían finalizar después de 2132, y que el “tiempo de los tiempos” no acabaría antes de 2060. Aunque mostró un profundo conocimiento de los textos bíblicos, siempre enfatizó que sus estudios no debían considerarse afirmaciones definitivas. A pesar de la exactitud de sus cálculos, Newton rechazaba la idea de predecir con precisión el fin del mundo y advertía sobre los peligros de hacer afirmaciones cuando no se cumplían. Subrayó que los tiempos del apocalipsis eran un misterio divino y no una cuestión para especular.

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