Ramón Santana y su esposa viajaron desde España para remodelar la vivienda de su madre, pero resultaron atrapados entre los escombros del Jet Set.
- Russell Santos
- 11 jun
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Ramón Alberto Santana Benítez, conocido como “Pipi”, regresó a la República Dominicana desde España seis días antes de la tragedia ocurrida en la discoteca Jet Set, con la intención de cumplir un sueño: reconstruirle la casa a su madre, doña Paulina Benítez. Este deseo, sin embargo, quedó truncado la madrugada del 8 de abril, cuando ocurrió el colapso que cobró la vida de 236 personas.
Ramón, de 31 años, falleció junto a su esposa, Yanelsy Ramírez Chalas, quien también había viajado desde España. Ambos fueron encontrados sin vida bajo los escombros del lugar y posteriormente entregados a sus familiares por el Instituto Nacional de Ciencias Forenses (Inacif).
La madre de Ramón también estaba presente esa noche en la discoteca. Fue rescatada con vida y trasladada al Hospital Plaza de la Salud, donde permaneció nueve días ingresada, siete de ellos en cuidados intensivos.
Durante ese tiempo, desconocía por completo el destino de su hijo y su nuera. Se enteró del fallecimiento de ambos una semana después del entierro de Ramón, realizado en el cementerio de Bayaguana, en la provincia Monte Plata.
Todavía con visibles secuelas físicas tras ser golpeada por los escombros principalmente de la cintura hacia abajo, doña Paulina expresó que el dolor emocional de perder a su hijo supera cualquier daño físico. Contó que la motivación para asistir a la fiesta fue su afición por el merenguero Rubby Pérez, también fallecido en la tragedia.
Según relató, fue ella quien le pidió que interpretara el tema Color de Rosa, justo el que cantaba cuando ocurrió el desplome.
Ahora en proceso de recuperación, doña Paulina se siente un poco mejor físicamente, pero asegura que las heridas en el alma permanecen intactas. Su hijo era el principal sustento del hogar, y el alto costo de medicamentos y terapias ha agotado los limitados recursos con los que contaba.
Por su parte, Rocío Santana Benítez, hermana de Ramón, explicó que la única ayuda económica recibida por la familia ha sido de 25 mil pesos, aportados por la gobernación provincial. Aunque dice no albergar rencor, insiste en que si hay responsables del hecho, deben asumir las consecuencias. Señaló que ninguna cantidad de dinero podrá devolverles la vida a sus seres queridos, pero muchas familias han quedado devastadas y necesitan apoyo.
Otra víctima que causó gran pesar en Bayaguana fue Yeimi Alexandra Aquino, una abogada de 40 años con el anhelo de convertirse en jueza. Asistió a la fiesta por invitación de una colega también fallecida y dejó en la orfandad a sus cuatro hijos, ahora bajo el cuidado de su padre, Juan Francisco.
Bayaguana, una comunidad de gente humilde y trabajadora, aún no se recupera del dolor por la pérdida de tres de sus hijos en una noche marcada por el luto. Sin embargo, muchos de sus habitantes mantienen la fe en el Cristo de los Milagros, aferrándose a la esperanza de encontrar fuerza espiritual para superar esta dura prueba.
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